Una emergencia sin importancia

Dos cartones en el suelo protegen ahora, después del accidente, a los viandantes de la zona de ver el rojo carmesí que la sangre pinta sobre el adoquinado costoso –y que no es adoquín– del centro de Guadalajara. Una tercera mancha tuvo la suerte de ser cubierta con un poco de tierra. La seguridad y la salud mental de los ciudadanos es primordial en esta ciudad cosmopolita.

En las calles de esta metrópoli, durante la hora pico de lunes a viernes, es muy probable –casi seguro– encontrarse con un accidente automovilístico. Si llueve… Bueno, no es el caso. Apenas se acerca el fin del invierno y ya se sienten los 30 grados centígrados dignos de la primavera occidental. Tal vez sea la causa de lo que a continuación relatamos.

Inicio de semana, alrededor de las dos de la tarde, mientras las calles refractan el calor que el sol ya le deja saber a los tapatíos les dará durante la próxima primavera. Es el cruce de las calles Colón y José Guadalupe Montenegro, a unos cuantos metros del famoso y muy visitado Puente de las Damas. La peculiaridad es que el tránsito por Colón termina justo aquí, en este cruce, puesto que más allá está este museo de sitio que hay que proteger del tráfico constante. Es esta condición que provoca los accidentes, no las desesperaciones y ansiedades ciudadanas por pasar el semáforo y ganarle el paso a quienes se pueda. No, es más complicado.

–Primero se oyó un golpe y después el claxon…– comenta con cierto asombro un vecino de la zona, quien atestiguó el percance auditivamente mientras giraba el pulpo que pinta una a una las playeras que giran debajo.

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Tres camionetas pick-up de la Fiscalía del Estado mantuvieron en resguardo, durante poco más de dos horas, este cruce en la colonia Mexicaltzingo de esta aperlada ciudad de Guadalajara, en el que un hombre montado en su bicicleta sería impactado por un automóvil blanco, conducido por una dama y su acompañante. A decir del testigo artesano, cuando se asomó a la calle, el señor que pedaleaba ya estaba en el suelo y la sangre ya comenzaba a salir, aunque no puede decir de qué parte del cuerpo, pues no dejó su negocio para ir a corroborarlo.

–¡Nah, cabrón! La ambulancia llegó como cuarenta minutos después…– aseguró indignado el vecino que, sin dejar su oficio, se mantuvo alerta de los acontecimientos, justo para dar cuenta del arribo de los servicios de emergencia. No se sabe, hasta el momento de escribir estas líneas, si el ciclista consuetudinario respira sano y salvo.

Así, dos cartones, un carro con el parabrisas abollado y tres vehículos oficiales, daban cuenta de un suceso muy cotidiano en las calles de esta ciudad.
¡Ah! Y un puño de tierra.

 
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