El día que conocí al Diablo
Yo me lo imaginaba distinto. Justo como me lo habían platicado. Me vinieron del recuerdo aquellas tardes soporíferas en las que me adoctrinaban, junto con un nutrido grupo de niñas y niños –lombricientos todos nosotros–, en la iglesia del barrio. De esto hacía un año y yo tenía muy fresca la imagen del diablito de la lotería haciendo vagancias para enemistarnos con nuestro creador. Pero esto que estaba por suceder no era nada parecido con aquella fantasía. ¿Estaba conociendo al verdadero demonio? Fue una pregunta muy difusa. Tenía yo nueve años de edad.
En muchas ciudades y pueblos de nuestro México curioso, el domingo es obligado para todos los católicos de todas las edades, razas y clases sociales –en sus respectivos lugares, que no se trata de mezclarse– asistir a recibir la eucaristía. Guadalajara no es la excepción y ahí estábamos mis padres, mis hermanos y yo, llegando al templo...