Vivir en La Perla Ensangren...

Por Gerardo Gutiérrez-Beraud.

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Una emergencia sin importancia

Dos cartones en el suelo protegen ahora, después del accidente, a los viandantes de la zona de ver el rojo carmesí que la sangre pinta sobre el adoquinado costoso –y que no es adoquín– del centro de Guadalajara. Una tercera mancha tuvo la suerte de ser cubierta con un poco de tierra. La seguridad y la salud mental de los ciudadanos es primordial en esta ciudad cosmopolita.

En las calles de esta metrópoli, durante la hora pico de lunes a viernes, es muy probable –casi seguro– encontrarse con un accidente automovilístico. Si llueve… Bueno, no es el caso. Apenas se acerca el fin del invierno y ya se sienten los 30 grados centígrados dignos de la primavera occidental. Tal vez sea la causa de lo que a continuación relatamos.

Inicio de semana, alrededor de las dos de la tarde, mientras las calles refractan el calor que el sol ya le deja saber a los tapatíos les dará durante la próxima...

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Un encuentro con la autoridad

Aunque sea sólo uno, puede resultar en una fatalidad. Así lo atestigua el señor “Juan”, quien refiere lo siguiente:

–¡Ahí se ve el impacto! ¡Luego luego se ve allí!

Minutos antes de su declaración ante los medios de comunicación, su familia se encontraba de frente con la policía. El vehículo oficial impactaba al particular dejando un estruendo en el aire y unos cuantos gritos ahogados.

En los cruces de la avenida La Paz y la calle 8 de Julio, había sucedido el encuentro. Es común que en un domingo cualquiera, en la zona mencionada, el tráfico disminuya hasta quedar la calle vacía por largos periodos. Así, según relatan testigos, la Policía, sin códigos activados, transitaba con alta velocidad por la avenida. La familia, con el semáforo en verde para ellos, no alcanzaría a cruzar sana y salva.

De manera preliminar, en palabras de un oficial de la Policía de Guadalajara, nos comentan...

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Con los pies bien fríos

Que un lunes cualquiera amanezca con una lluvia helada ya es causa de una flojera que la cama apoya en toda su extensión. Pero además llegar al trabajo con los tenis mojados habiendo atravesado charcos y sorteado zanjas es aún más nefasto. Cuando sucede lo que sucedió ese lunes lluvioso de Guadalajara… bueno.

Normalmente me desplazo caminando a la oficina y de regreso a casa. Unos dicen, a manera de reconocimiento, cuando se enteran de que a mí el asunto del gimnasio me queda muy ajeno, que es mi ejercicio diario. Pero ese lunes, como cualquier otro día lluvioso, debí caminar sólo hasta la estación del tren. No puede ser de otra manera porque, unas cuadras antes de llegar a la oficina, por la ruta que suelo tomar, se hacen unos charcos imposibles de cruzar a pie si la intención es llegar completamente seco al trabajo en un día lluvioso. Entonces tomé el tren. En pocos minutos ya estaba...

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